viernes, 17 de abril de 2009

Escultura en el Siglo XIX

Se llama escultura al arte de moldear el barro, tallar en piedra, madera u otros materiales, figuras en volumen. Es una de las Bellas Artes en la cual el escultor se expresa creando volúmenes y conformando espacios. En la escultura se incluyen todas las artes de talla y cincel, junto con las de fundición y moldeado, y a veces el arte de la alfarería.

La escultura del siglo XIX estuvo marcada por varias escuelas o tendencias, que fue representada por uno o varios escultores significativos de dichas escuelas. 

La primera escuela que afecto la escultura del siglo XIX fue la neoclásica. Las esculturas neoclásicas se realizaban en la mayoría de los casos en mármol blanco, sin policromar, puesto que así se pensaba que eran las esculturas antiguas, predominando en ellas la noble sencillez y la serena belleza de la antigua escultura griega. En las obras de este período prevalecen una sencillez y una pureza de líneas que los aparta del gusto curvilíneo del Barroco. En todos ellos el desnudo tiene una notable presencia, como deseo de rodear las obras de una cierta intemporalidad. Los modelos griegos y romanos, los temas tomados de la mitología clásica y las alegorías sobre las virtudes cívicas llenaron los relieves de los edificios, los frontones de los pórticos y los monumentos, como arcos de triunfo o columnas conmemorativas.










Los escultores mas representativos de este período son Antonio Canova (1757-1822) y Bertel Thorvaldsen (1770-1844), ambos franceses y quienes resumen las distintas tendencias de la escultura neoclásica. Mientras Canova llega al clasicismo desde una formación barroca y configura un estilo de gran sencillez racional, el danés Thorvaldsen siguió más directamente las teorías de Winckelmann hasta conseguir un estilo voluntariamente distante y frío que debe mucho a la estatuaria griega. Su Jasón o Marte y el Amor reflejan esa fidelidad al  modelo griego.

A la escultura neoclásica le siguió la escultura romántica. El Romanticismo se expandió también y renovó y enriqueció el limitado lenguaje y estilo del Neoclasicismo dando entrada a lo exótico y lo extravagante, buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas o buscando en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez de en Grecia o Roma, su inspiración.

Sus mayores exponentes fueron Francois Rude (1784-1855) y Jean-Baptiste Carpeaux (1827–1875), quien fué discipulo de Rude. Las obras mas representativas de dichos artistas son La Marsellesa y La Danza (ubicada en la Ópera Garnier en París) respectivamente.






































El realismo alcanza a impactar la escultura con el aporte de Edgar Degas (1834-1917), quien es conocido por su particular visión sobre el mundo del ballet, y quien nos brinda sus Bailarinas en reconocidos pasos de dicha danza.


A finales del siglo XIX encontramos a Adolf Von Hildebrandt (1847-1921) quien será el gran teórico de la escultura decimonónica. Para él, en la obra de arte deben prevalecer las formas, recuperando la influencia de la Antigüedad y del Renacimiento, como se manifiesta en su Adolescente, trabajo en el que se refleja la pureza y austeridad preconizadas en sus escritos.

Habitualmente, cuando se analiza la escultura del siglo XIX, se señala como figura más destacada al francés Auguste Rodin (1840-1917) y se suele afirmar de él que su obra es el ejemplo más característico de lo que podría calificarse como impresionismo escultórico. Y aunque esta afirmación no deje de ser cierta, también es verdad que la obra de este artista no se ciñó en exclusividad a los cánones de ese pretendido impresionismo y se abrió a nuevas perspectivas, cuando menos tan interesantes como aquéllas.

La obra de Rodin se caracteriza por el empleo de recursos impresionistas, como la abundancia de rugosidades en sus figuras y la multiplicación de los planos de las mismas, la tendencia al dinamismo o la modificación voluntaria de las anatomías. Así consigue que los efectos de la luz sobre sus esculturas sean variados. Sin embargo, su repertorio no se limita sólo a esto: empleó también el non finito, recurrió al dramatismo e incluso al patetismo y, en ocasiones, sus esculturas presentan rasgos claramente expresionistas, empleando indistintamente la piedra o el bronce. De esta forma, Rodin señaló el final de la escultura académica y abrió las puertas (fuesen o no las del Infierno) a la escultura contemporánea.

Sus obras mas representativas son El Pensador y los Burgueses de Calais.

















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